Todos saben de las cartas simples en los buzones, solas durante la noche, ignorando todo, menos el destino y el remitente. Una lluvia inclinada por el viento y al día siguiente son una bola de papel mallé. El cartero se la lleva a su casa para hacer una escultura de su perro perdido. Una foto del perro, cinco horas de trabajo y listo. Todo el amasijo de cartas hecho perro querido. Y los remitentes dicen ¿por qué no me contesta? Y los destinatarios preguntan ¿por qué no me escribe?
Rosario Bléfari
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