5.12.11

Impotencia

El golpe se escuchó muy fuerte detrás de la puerta. "Habrá tirado un velador el tano zarpado este" pensé.
El trabajo de intérprete, traductor, guía, amigo, compañero de salidas nocturnas, tenía cosas como estas pero se cobraba miles y miles de dólares/euros. Las ventajas de hablar 4 idiomas y tener 24 años y poder llevar una vida desordenada, abrieron esa puerta.
Pero este italiano era diferente, no era como el alemán. El alemán tomaba y tomaba, pero nunca se metía con nadie, cualquiera que se sentara a su mesa era bienvenido siempre y cuando estuviera dispuesto a escuchar sus interminables anécdotas viajeras alrededor del mundo y además pudiera resistir las rondas y rondas de ron que servía y pagaba.

El italiano era violento, era buscapleitos, y era un terrible cocainómano. La primer noche que me tocó llevarlo a cenar me explicó que el consumía y que tenía suficiente para todos, yo me excusé y no insistió pero me contó los mil y un trucos que utilizaba para llevar la merca de país en país. Según el la más eficiente era llevarla en las películas de los rollos de fotos porque el olfato de los perros no lo detectaba.

El italiano y el alemán tenían en común el gusto por el alcohol, los bolsillos forrados de euros y el gusto por las mujeres rosarinas... las prostitutas. Ambos además eran muy generosos.

El alemán a diferencia del italiano tenía más clase y nunca pero nunca pretendía que estuviéramos en el mismo lugar, al mismo tiempo... el entendía el concepto de intimidad y de privacidad.
El italiano, en cambio, me quería cerca todo el tiempo, puerta mediante y cuando terminaba de hacer lo que tenía que hacer, salía de la habitación en bata, fumando, tomando y me decía en italiano "chau, me voy a dormir, ahí te queda para vos". Yo siempre hacía lo mismo, agarraba los euros, le pagaba a la chica, y me guardaba lo que hubiera gastado yo.

Esa noche los ruidos de la habitación ya me inquietaban, hasta que se abrió la puerta y salió el italiano sin cigarrillo, sin whisky y quejándose en italiano "esta puta no entiende nada, le hablo y no me entiende, me voy a la mierda, hacé lo que quieras".

Y se fué.

Me acerqué a la habitación y ella estaba de espaldas. Me dijo "dale, vení vos ahora". Le dije que se vistiera que le pedía un taxi, que yo no quería hacer nada y salí de la habitación.

Cuando apareció vi que era más chica que yo, que tenía el pelo largo y morocho, la boca roja parecía dibujada, la nariz chiquita, la piel blanca muy blanca... los ojos grises, tristes, chiquitos, como hundidos en la cara... y un moretón enorme...

"Me pegó porque no quería tomar cocaína, ese tano hijo de puta" y lloró...

Le di todos los euros que tenía.
Al otro día renuncié

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